LOS CAMBIOS DE GABINETE

Juan Ramón Martínez.


Solo en nuestro país – y especialmente en los últimos tiempos de democracia inestable – es que el cambio de gabinete se maneja como si fuera el fin del mundo; o el cambio de los ejes del sistema planetario. Lo normal es entender que para que el titular del Ejecutivo pueda lograr sus fines, como si se tratara de un entrenador de fútbol durante un partido crucial, está obligado a modificar su cuadro de atletas, en la medida en que lo requieran las circunstancias. Porque igual que ocurre con los equipos de fútbol, los jugadores se fatigan, cambian las circunstancias que crean los adversarios; y se requiere, entonces, reforzar áreas y mejorar con figuras más fuertes y más frescas los espacios de la competencia, Algunas veces obligados o presionados por el adversario. O por las opiniones de la opinión pública que, contrario a los deportes, es mucho más importantes que en la actividad deportiva. Pero menos ruidosa, desde luego.


El gabinete del Presidente Lobo Sosa tiene una historia singular. Su composición no es fruto de la suma de los talentos individuales para crear un equipo competente con el cual enfrentar la dura problemática que nos aflige desde 2008, sino que más bien expresión de un arreglo político con el cual más que darnos gusto a los hondureños, se buscó complacer a una parte bochinchera y gritona de la comunidad internacional. De esta forma, el llamado gabinete de unidad nacional, no fue más que la aglomeración de las fuerzas políticas, para dar la falsa impresión de unidad con la cual seguir jugando a enmascarar los problemas porque en Honduras la dificultad no era la transacción con los irrespetuosos del estado de derecho, sino que simple y llanamente, el cumplimiento generalizado de la ley. Por ello es que el gabinete jamás fue un grupo integrado sino que una simple vitrina para los transeúntes más inocentes del barrio. Fuera de uno de los ministros llamados liberales, el resto de los integrantes del gabinete que ingresaron para una impresión de unidad, no tenían meritos individuales para el cargo. Por ello es que su desempeño, pese al ruido y a la publicidad pagada, no tiene profundidad; ni mucho menos utilidad alguna. Y ello no es una sorpresa porque Ham, Martínez y Avila especialmente, fueron escogidos por candidatos políticos y no como hombres competentes para el desempeño de sus carteras. No creemos que Lobo ignoraba las limitaciones de Ham en el manejo de un problema que el simplemente ha tratado de aprovechar para su beneficio, cosa que por demás los políticos acostumbran hacer aquí en Honduras con mucha naturalidad.


De cara a tan mezquinos resultados, el gobierno de Lobo Sosa – sin la perruna persecución de la OEA y de Chávez – tiene que gobernar para los hondureños, atendiendo los problemas nacionales y convocando para ello a los más competentes de entre los nuestros. Algunos creen que se deben ir todos los miembros del gabinete actual porque ninguno de ellos tiene la competencia para el desempeño adecuado del cargo. No compartimos tal idea. Adentro del gabinete hay algunas individualidades que debe quedarse, tanto los que hacen cosas puntuales y manejan la pulpería como es el caso de María Antonieta Guillén, hábil para el día a día de la actividad presidencial, de Willian Chong, por su capacidad para imponer cierta disciplina en el caos que representa el gasto para los políticos indisciplinados y de Mario Canahuati – por el manejo de la promoción empresarial a nivel externo – el resto de los miembros del gabinete deben ser sustituidos.


Unos porque no representan a nadie; ni aportan nada positivo al gobierno. Y otros porque se han convertido en rémoras que, en vez de resolver problemas, más bien los agudizan de forma irresponsable y caprichosa.


No tengo nada contra el sectarismo nacionalista. El tema no es de partidos. Si tienen suficientes personas capaces, ellos deben integrar el nuevo gabinete de Lobo Sosa. Pero si no los tienen, deben – en obediencia a la Constitución que habla de la integración nacional – escoger a personas individuales, por sus méritos, sin tener que nombrar a los recomendados de los partidos políticos. Y esto hay que hacerlo urgentemente, porque el Presidente Lobo ha perdido casi dos años, con un gabinete que en su conjunto ha mostrado más las posaderas rotas que habilidades especiales para ayudarle a sacar adelante a Honduras.

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