CAMBIO DE TIMÓN O SIMPLE MAQUILLAJE

Juan Ramón Martínez.


Los cambios de gabinete son correcciones, normales y frecuentes, en los regímenes democráticos. En el sistema totalitario, anti liberal y anti democrático, la salida del gabinete de una figura es su postración y el fin de su carrera política. Y en vez de mostrar la natural sustitución de un una figura por otra más adecuada para el momento y el balance de fuerzas correspondientes, es una suerte de “fusilamiento” partidario del cual solo Jesucristo podría sobrevivir vía la resucitación tres días después. Aquí, como los gobiernos no son tan doctrinariamente muy definidos y sus líderes le rinden poco respecto a las consideraciones del pensamiento liberal y a la doctrina democrática, los cambios de gabinete pueden ser una purga. O castigo por algo que no le gusta a su “majestad; o simples actos de mezquina venganza para entorpecer la carrera política de los destituidos. Por ello, uno tiene que preguntarse ¿qué es lo que se busca con la reforma del gabinete?: un cambio de rumbo, un golpe de timón hacia la derecha; o se trata de una simple purga cómo se acostumbraba en la Unión Soviética en los mejores y más duros tiempos de Stalin en el poder.


No hay duda alguna que el gobierno de Lobo Sosa – si es que queremos que sea útil para los intereses del país, más allá de servir solo como tranquilizante para Chávez y sus aliados – tiene que cambiar. Y en ese sentido, el cambio del gabinete, puede entenderse siguiendo las líneas democráticas, con un cambio de estilo general, con el deseo de reiniciar relaciones con los grupos y sectores con los que el actual gobierno esta abiertamente confrontado. El que esté en una incómoda posición con la empresa privada, que la inseguridad no sea una tarea concluida, que no haya podido resolver el problema magisterial; y que no se vean los beneficios de una política exterior que se ha consagrado a menospreciar los deseos y la voluntad popular, ha producido un gobierno que debe modificar su conducta y el comportamiento de sus principales figuras, en este caso los ministros más importantes.


Pero resulta que lo anterior solo es parcialmente cierto en lo que se refiere a la destitución del Ministro de Seguridad – que hasta el final nos demuestra su cobardía, manteniendo su familia en el exterior, mientras el resto de los mortales tenemos que soportar la preocupación de tenerlas aquí a nuestro lado – y la salida brusca del Director de la DEI. Pero la destitución del Canciller Mario Miguel Canahuati y la salida de Tito Asfura, no cuadran en ningún esfuerzo para entender la lógica de un posible cambio de rumbo. En el caso de Canahuati parece más un caso personal, de desacomodo de relaciones, si como en el de Asfura, la intención de frenar su carrera política de cara a las próximas elecciones.


No cabe duda que la destitución que más llama la atención es la del Canciller. Para la mayoría de la opinión pública, Canahuati estaba haciendo un buen papel, no solo en las tareas tradicionales del cargo, sino que además en otras que el titular de la Cancillería creyó que eran útiles para el país, tal como la atracción de inversiones extranjeras. La realización del “Honduras Open for Business” en SPS, fue una operación exitosa que a cualquier gobernante le habría llenado de orgullo. Sin embargo, para Lobo Sosa cualquiera cosa buena hecha por Canahuati tenía el carácter de una ofensa y una descalificación, fruto de una relación irregular previa. Por ello, después de este evento, el distanciamiento entre ambos se pronunció de forma que el gobernante no se hizo acompañar de su canciller e incluso tomó decisiones, como fue el caso del reconocimiento de Palestina, en contra de las recomendaciones que le diera oportunamente Canahuati.


En conclusión, creemos que no hay que esperar grandes cambios en el gobierno de Lobo Sosa en términos de mejoramiento de la unidad interna, aumento de la seguridad para la inversión y una política exterior más independiente. Porque se trata más bien de un simple ejercicio de cosmetología, en el cual no haya que descartar el cumplimiento de algunas venganzas en contra de la muchacha guapa a la cual hay que presentar mal ante la opinión pública, para que no la favorezca con su simpatía. Y por supuesto, sus votos.

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