LOS RETOS PARA EL NUEVO CANCILLER

Juan Ramón Martínez.

Corrales Álvarez no es nuevo en la política exterior. En los últimos meses, en realidad ha sido el Canciller, mientras el titular Canahuati se buscaba tareas que no tenían mucho que ver con el cargo, porque Corrales le había comido el mandado, mostrándose más eficiente, más agresivo e inteligente a los ojos de Lobo Sosa. Especialmente en la solución de problemas puntuales en donde Corrales Álvarez tiene mucha imaginación, experiencia, habilidades, lo que le ha permitido conseguir no pocos buenos resultados.

El problema que enfrentará es que junto a la posibilidad de usar esta capacidad de enfrentar problemas puntuales como lo ha venido haciendo desde el 28 de junio recién pasado, el país tiene problemas, posiblemente mucho más importantes que estas simples coyunturas que aunque ruidosas, no son de naturaleza fundamental. Por ejemplo la firma de los acuerdos de Tegucigalpa San José, el reingreso a la OEA y los compromisos de Cartagena, no tienen comparación con el valor de la defensa de los intereses de Honduras en el Pacífico, la continuación de la definición de los intereses en el Caribe, el equilibrio de fuerzas militares en la región y la acción conjunta en contra de las maras, el narcotráfico y la inmigración hacia Estados Unidos. Esta combinación de los asuntos ruidosos, coyunturales y populares – cosa que como ser humano le gusta mucho a Corrales Álvarez – con el manejo de los asuntos globales y permanentes de la política exterior hondureña, determinará el éxito suyo al frente de la Cancillería. Sera fácil desmontar en la misma todo lo referido a la promoción de inversiones, pasando esas tareas a un nuevo ministerio que integre negociaciones internacionales, atracción de inversiones y turismo. Lo más complicado es reconstruir el equipo, que desmontó Canahuati de la inteligencia de la Cancillería que se forjó en muchos años alrededor de estos problemas permanentes de la política exterior.

Afortunadamente, Corrales que tiene muchos defectos, varios de los cuales el mismo se dedica a publicitar, no se incluye ninguna inclinación sectaria, de forma que puede atraer a los expertos de la política exterior, menospreciados y excluidos por Canahuati, debido a su perspectiva singular de la política exterior como un simple mecanismo de la promoción del país como un espacio para la atracción de la inversión privada, para que retomen el manejo de las cuestiones permanentes de la política exterior hondureña.

Además de reconstruir el viejo aparato pensante de la Cancillería y atraer de nuevo a los viejos y entrenados negociadores a su seno, el nuevo Canciller Corrales Álvarez tiene que redefinir con ellos los objetivos actuales de la política exterior hondureña, sin renunciar a la atención de lo coyuntural; pero preservando fundamentalmente la esencia de la defensa de los intereses de Honduras. De forma que no sigamos como hasta ahora, siendo víctimas del juego de los intereses externos como país dependiente de forma que no vamos a donde queremos ir, sino que a donde nos quiere llevar Estados Unidos, Venezuela o Colombia. Porque antes el problema nuestro era adivinar qué pensaban los Estados Unidos; y seguir sus pasos. Ahora no. Por momentos debemos caminar al lado de Colombia, en tanto que en otros debemos hacerle ojitos a Venezuela y a Argentina, como nos ocurre actualmente con el caso del reconocimiento de Palestina como estado de pleno derecho. Esto como lo sabe Corrales Álvarez porque fue decisión suya, más que de su antecesor, ha desarreglado las relaciones con Israel que son tan importantes para la defensa de Honduras ante las amenazas ciertas de sus enemigos de la región y de fuera de ella.

Para poder darle una nueva orientación a la política exterior, Corrales Álvarez tiene que pasar revista a sus embajadores. Hay algunos que no sirven para nada, en tanto que otros, su única habilidad es promover inversiones, cosa que aparentemente ahora no seguirá haciendo la Cancilleria. Estos tienen que ser sustituidos por profesionales de la diplomacia, de modo que hay que despolitizar la representación exterior de nuestro país. Pero en donde Corrales tiene su mayor reto es en su forma de ser. Aunque genio y figura hasta la sepultura, tiene que rectificar su estilo, en lo referido a la discresión de los asuntos que trata, porque no todo lo que se hace, se puede o debe divulgar; ni mucho menos someter al asentimiento de la gradería. O al aplauso. La política exterior requiere discresión.

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