DIEZ AÑOS DEL MAYOR ATAQUE TERRORISTA

Juan Ramón Martínez.


El choque de tres aviones de pasajeros contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington, constituyó el mayor ataque terrorista en la historia de la humanidad. Produjo terror en todo el mundo e impulso una guerra desgastante y como todas ellas innecesarias. Y cambió el mundo, de forma inobjetable; y para siempre. Desde el 11 de septiembre de 2001, las cosas ya no son las mismas; y el odio que había menguado, por lo menos entre culturas, se aceleró en forma que no habíamos visto en los últimos cien años. Las guerras por territorio, por motivos económicos o ideológicos, fue sustituida por la confrontación cultural entre occidente y oriente, entre los cristianos y los musulmanes en que el tema religioso ocupó un lugar desmesuradamente importante.


El terror de aquellos acontecimientos, trasmitidos en vivo a todo el mundo, sacudió los cimientos de la seguridad de Estados Unidos y de todos los países del mundo – incluidos los países árabes—de forma que se complicaron los viajes, se encarecieron las operaciones portuarias y se frenaron los procesos de globalización y modernización en curso. El mundo no fue el mismo. Y al cambiar por el miedo, se produjo la perdida de la confianza, lo que redujo desafortunadamente la cooperación entre las naciones y las culturas, con lo que se comprometió el desarrollo de regiones afectadas por la pobreza y el abandono.


La guerra en contra de Irak y Afganistán, las tensiones terroristas en Paquistán, el aumento de la confrontación entre palestinos e israelitas y el recrudecimiento de pugnas entre estados por reivindicaciones territoriales, fueron resultados negativos de la forma cómo el mundo reaccionó al ataque fanático de un grupo de islamistas comprometidos en una falsa guerra santa en contra de occidente. Y especialmente en contra de Estados Unidos. Occidente y EEUU no siempre han hecho las cosas bien. En el pasado, las cruzadas no fueron un modelo de concordia, respeto y fraternidad. En nombre de Dios, de Jesucristo y la recuperación de los lugares santos, se hicieron barbaridades que solo vergüenza le produjeron al género humano y especialmente al cristianismo. Quienes estudian las cruzadas, tienen que estar preparados para mantener el control de sus estómagos y para no darle la razón a los argumentos de Bertrand Russell del porque él, no era cristiano.


Ahora, en el tiempo en que nos ha tocado vivir; y especialmente en estos últimos diez años, hemos sido testigos horrorizados del culto a la muerte violenta de los enemigos, la renuncia a la mínima compasión hacia los otros y a la exaltación de la irracionalidad. El odio generalizado a poblaciones enteras que viven en forma diferente y creen en Dios a su manera, es fruto del recrudecimiento de la idea equivocada que todos tenemos que pensar en forma similar y vivir de conformidad a los modelos impuestos por occidente especialmente. Y lo peor, el sentimiento que el otro es un enemigo al que hay que rechazar como si acabáramos de bajarnos del árbol; y empezáramos a caminar erectos sobre la tierra.


Duele este retroceso que ha experimentado el género humano. Ahora nadie está seguro. Hay muchos grupos dedicados a buscar la forma de exterminar a los otros, en nombre de cualquiera cosa: desde Dios, hasta las órdenes recibidas desde el cielo para eliminar a los que no creen en su forma de dirigir las cosas de la humanidad. Aunque en Honduras no hemos sufrido en forma directa los embates del terrorismo, fuera de algunos compatriotas que perecieron en la caída de las torres gemelas, hay que decir que en estos últimos diez años, ha disminuido la tolerancia y el respeto a las diferencias. Desde la noche en que un grupo de SPS celebró en forma indebida los muertos del 11 de septiembre, hasta las pintas que reclaman la muerte de un turco – afirmando que de esa manera se hace Patria – los hondureños también nos hemos deslizado hacia la irracionalidad y a la celebración del terrorismo como instrumento válido para lograr objetivos políticos. El culto a la violencia, las muertes multiplicadas y las venganzas irredimibles en que nos mostramos incapaces de perdonarnos los unos a los otros, es fruto de esta irracionalidad que ha tenido en estos últimos diez años un repunte extraordinario que, en vez de enorgullecernos, nos avergüenza a todos.


Estos 10 años nos han enanizado y vuelto más irracionales a los seres humanos.

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