LA FALTA DE UNIDAD DE LA “IZQUIERDA”

Juan Ramón Martínez.


No me alegra el acelerado deterioro del liderazgo de Zelaya. Me parece patético verlo convertido en un muñeco de trapo de una izquierda callejera, sin propuestas y sin estrategias claras para lograr el poder y que ha hecho del terror su fórmula idónea para atraer la voluntad política del pueblo alrededor de sus propuestas.


Verlo como un trota mundo rural, sin rumbo y sin control; y por ello, sin fuerza para decidir en dónde hará sus reuniones, cuál será el discurso y quiénes estarán allí para obedecer sus recomendaciones o para usarlo como un espantapájaros o como moneda de negociación con los líderes liberales o con los cada vez menos asustados empresarios nacionales y extranjeros. Pero lo que me parte el alma es verlo cuestionado, en el interior de su abigarrado movimiento por figuras que sin estar a su nivel de ex gobernante elegido por el pueblo, levantan la mano en un verdadero golpe en contra de su autoridad y su liderazgo.




[caption id="attachment_274" align="alignright" width="225" caption=""Santo Che" Valla cercana al edificio de la Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá"]Foto por Julián Ortega Martínez[/caption]

Para muchos compatriotas, dominados por el miedo y por el terror callejero impuesto por la “izquierda” callejera hondureña, Zelaya representa lo peor de las fuerzas del mal. Ven en su figura maltrecha y desamparada, la expresión de la mayor maldad que nos puede afectar a cada uno individualmente y como una oleada amenazante en contra de la existencia del país. Contribuyó mucho a construir esta imagen negativa, el oportunismo del propio Zelaya que, conociendo hasta donde se había ahondado la debilidad moral de los hondureños, levantaría en hombros a quienes se elevaran a las condiciones de hábil pedigüeño, con capacidad de bolsear a los políticos petroleros más listos del universo, favoreciendo las necesidades de donaciones y regalos para un pueblo que no quiere sentir el orgullo de gritarle al mundo que cada tortilla que se lleva a la boca es fruto de su trabajo y de sus sudores. Desde el huracán Mitch – porque Zelaya es la última ola destructiva de este infausto acontecimiento cuyos efectos todavía no hemos estudiado suficientemente y a profundidad – el ex-presidente descubrió que el pueblo estaba y está ansioso de alguien que le regale cosas. Y que a cambio de éstas, como las prostitutas, estaría en condiciones de hacer lo que se le pidiera. Desafortunadamente, su visión es incompleta. Pasó por alto el comportamiento anticipado de las masas, una vez que no se tuviera que darles. Por ello no imagino nunca que le darían la espalda; ni mucho menos que los que comían en su propia plato, le ofenderían poniendo en precario, de forma innecesaria su liderazgo básico para concluir un proceso de cuestionamiento del sistema que es útil y necesario para el país.


Antes que Zelaya, nadie se había atrevido a cuestionar al sistema cómo lo hiciera, éso si, en forma caótica, inconsistente algunas veces y en la mayoría de los casos con enormes vacíos e incoherencias manifiestas. Todos, siguieron como siempre con los mismos engaños y bobadas. Zelaya en cambio con su inconformidad verbal, puso a la observación general, una evidencia: que el sistema público era ineficiente, que el modelo económico no era lo productivo que se requería; y que le distribución del ingreso favorecía la desigualdad y la exclusión, Hasta allí, su contribución ha sido impecable. El problema fue que su propuesta no atrajo a lo mejor de las élites, Mas bien generó el asustado rechazo de la mayoría de los llamados a ser sus compañeros en la lucha reformista. Se quedó con la orilla, con un lumpen alfabetizado, ladino y oportunista que ahora, en la primera oportunidad le da la espalda, debilitándolo y convirtiéndolo en una verdadera caricatura de un político que, en algún momento pareció ofrecernos alguna esperanza. Lo ocurrido en Siguatepeque, confirma que además, anda mal acompañado. La calidad de los líderes que le siguen, deja mucho que desear. Tanto porque no convencen a nadie, como porque no tienen nada que ofrecer, fuera de su sombra y su prestigio.


En tales circunstancias y sabiendo que tales compañías lo llevarán al desprestigio y a la pérdida de valor e influencia, lo único que le queda, como el hijo pródigo, es el retorno al seno del Partido Liberal. Allí le cuestionan; pero en la medida en que no amenace a nadie y se comporte como alguien que esta dispuesto a rectificar, volverá a tener de nuevo el respeto que se merece. Allí nadie le faltará al respeto cómo hacen los que hace algunos meses daban la vida por su augusta compañía.


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