EL SANTO PADRE Y EL GOBERNANTE HONDUREÑO
Juan Ramón Martínez.
[caption id="attachment_329" align="alignright" width="201" caption="Santo Padre Benedicto XVI"][/caption]
Después de la visita exitosa del Presidente Lobo Sosa al gobernante de los Estados Unidos, nos parece oportuno el encuentro con el Santo Padre Benedicto XVI que, además de líder máximo de la catolicidad mundial, es el gobernante de un estado moralmente independiente que, además, durante la crisis del 2009, tuvo un desempeño impecable y silencioso; pero efectivo, destinado a buscar que fuéramos los propios hondureños – sin abusivas intervenciones foráneas – los que resolviéramos nuestras dificultades y desencuentros. Durante la crisis y el consiguiente aislamiento a que fuimos sometidos, el Vaticano mantuvo a su Nuncio acreditado en Tegucigalpa. Y cuando España, en una incomprensión que todavía sus políticos no han valorado suficientemente, nos negó una representación en Europa, el Vaticano nos acompañó en la búsqueda para que Polonia ocupara su lugar. Por supuesto, en estas tareas tan importantes para el destino y existencia de Honduras, jugó un importante papel el Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, al cual le debemos una disculpa colectiva que, en algún momento, en la que incluso los más intolerantes y rabiosos, terminaran participando.
Con lo anterior, estamos indicando que devenimos obligados de mostrarle al líder católico y titular del Vaticano, nuestro agradecimiento singular por su cooperación moral en el momento de peor crisis que hemos experimentado en los últimos cincuenta años. El Santo Padre como es natural, es un hombre más informado que el Presidente Obama de los Estados Unidos. Conoce mejor, de forma más reposada y desde una perspectiva más fraterna – en la que desaparece totalmente cualquier tentación de instrumentalización – el corazón de nuestros problemas. Mientras el gobernante de Estados Unidos se ancla en una perspectiva materialista, que lo lleva a privilegiar los temas que son básicos para la operación exitosa del capitalismo, Benedicto XVI se orienta en consideraciones espirituales en la rica experiencia continuada y sostenida, contenida en la doctrina social de la Iglesia. En términos de simple teoría – sin tomar en consideración otras valoraciones – y sin renunciar a los intereses pragmáticos que privan en la vida occidental en donde vivimos, los hondureños tenemos más coincidencias espirituales con el Papa que vive en Roma que con el actual inquilino de la Casa Blanca en Washington. Al fin y al cabo, los valores del cristianismo – que en algunos momentos occidente ha ido dejando en el camino exitosa que ha seguido en la consolidación de un materialismo inconsecuente—son más importantes para nosotros porque esencialmente son complementarios y en algunos momentos incluso, operan como frenos ante los excesos y las tentaciones consumistas del capitalismo estadounidense en nuestras vidas y comportamientos.
De allí que la visita de Lobo y su comitiva – que para mi gusto personal es exagerada, desmesurada e incluso poco representativa de los diferentes segmentos de la sociedad hondureña – es importante por el agradecimiento que le dispensamos al Santo Padre, por las bendiciones que le dará a todos nuestros compatriotas, especialmente los que no estén en ese momento en el Vaticano; y fundamentalmente, porque abrevaremos y nos comprometeremos, de forma categórica con los valores fundamentales del cristianismo, cercanos como todos sabemos, al Humanismo Cristiano que dice profesar el actual gobierno.
Hay algunos compatriotas – y posiblemente muchos de los que acompañan a Lobo incurren en esta debilidad, muy humana y comprensible – que se enamoran de la liturgia. Y se conforman con ella, pasando por alto que esta es la expresión de una visión filosófica y una comprensión del ser humano en un mundo no siempre fraterno. De forma que cuando se visita al Papa en Roma, no solo hay que llevar chalinas negras cubriendo la cabezas femeninas, sino que hay que llegar con corazones abiertos para entender y aceptar que la vida humana es de obligatorio respeto y protección, que la dignidad de los seres humanos es una obligación de todos; y que el progreso de las sociedades modernas, no debe ser basada en la división que los materialismos predican a grito partido. No hay razón alguna para partir la vida humana, cuya integralidad debemos respetar todos.
Fotografía: Some rights reserved by Sergey Gabdurakhmanov
[caption id="attachment_329" align="alignright" width="201" caption="Santo Padre Benedicto XVI"][/caption]
Después de la visita exitosa del Presidente Lobo Sosa al gobernante de los Estados Unidos, nos parece oportuno el encuentro con el Santo Padre Benedicto XVI que, además de líder máximo de la catolicidad mundial, es el gobernante de un estado moralmente independiente que, además, durante la crisis del 2009, tuvo un desempeño impecable y silencioso; pero efectivo, destinado a buscar que fuéramos los propios hondureños – sin abusivas intervenciones foráneas – los que resolviéramos nuestras dificultades y desencuentros. Durante la crisis y el consiguiente aislamiento a que fuimos sometidos, el Vaticano mantuvo a su Nuncio acreditado en Tegucigalpa. Y cuando España, en una incomprensión que todavía sus políticos no han valorado suficientemente, nos negó una representación en Europa, el Vaticano nos acompañó en la búsqueda para que Polonia ocupara su lugar. Por supuesto, en estas tareas tan importantes para el destino y existencia de Honduras, jugó un importante papel el Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, al cual le debemos una disculpa colectiva que, en algún momento, en la que incluso los más intolerantes y rabiosos, terminaran participando.
Con lo anterior, estamos indicando que devenimos obligados de mostrarle al líder católico y titular del Vaticano, nuestro agradecimiento singular por su cooperación moral en el momento de peor crisis que hemos experimentado en los últimos cincuenta años. El Santo Padre como es natural, es un hombre más informado que el Presidente Obama de los Estados Unidos. Conoce mejor, de forma más reposada y desde una perspectiva más fraterna – en la que desaparece totalmente cualquier tentación de instrumentalización – el corazón de nuestros problemas. Mientras el gobernante de Estados Unidos se ancla en una perspectiva materialista, que lo lleva a privilegiar los temas que son básicos para la operación exitosa del capitalismo, Benedicto XVI se orienta en consideraciones espirituales en la rica experiencia continuada y sostenida, contenida en la doctrina social de la Iglesia. En términos de simple teoría – sin tomar en consideración otras valoraciones – y sin renunciar a los intereses pragmáticos que privan en la vida occidental en donde vivimos, los hondureños tenemos más coincidencias espirituales con el Papa que vive en Roma que con el actual inquilino de la Casa Blanca en Washington. Al fin y al cabo, los valores del cristianismo – que en algunos momentos occidente ha ido dejando en el camino exitosa que ha seguido en la consolidación de un materialismo inconsecuente—son más importantes para nosotros porque esencialmente son complementarios y en algunos momentos incluso, operan como frenos ante los excesos y las tentaciones consumistas del capitalismo estadounidense en nuestras vidas y comportamientos.
De allí que la visita de Lobo y su comitiva – que para mi gusto personal es exagerada, desmesurada e incluso poco representativa de los diferentes segmentos de la sociedad hondureña – es importante por el agradecimiento que le dispensamos al Santo Padre, por las bendiciones que le dará a todos nuestros compatriotas, especialmente los que no estén en ese momento en el Vaticano; y fundamentalmente, porque abrevaremos y nos comprometeremos, de forma categórica con los valores fundamentales del cristianismo, cercanos como todos sabemos, al Humanismo Cristiano que dice profesar el actual gobierno.
Hay algunos compatriotas – y posiblemente muchos de los que acompañan a Lobo incurren en esta debilidad, muy humana y comprensible – que se enamoran de la liturgia. Y se conforman con ella, pasando por alto que esta es la expresión de una visión filosófica y una comprensión del ser humano en un mundo no siempre fraterno. De forma que cuando se visita al Papa en Roma, no solo hay que llevar chalinas negras cubriendo la cabezas femeninas, sino que hay que llegar con corazones abiertos para entender y aceptar que la vida humana es de obligatorio respeto y protección, que la dignidad de los seres humanos es una obligación de todos; y que el progreso de las sociedades modernas, no debe ser basada en la división que los materialismos predican a grito partido. No hay razón alguna para partir la vida humana, cuya integralidad debemos respetar todos.
Fotografía: Some rights reserved by Sergey Gabdurakhmanov
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