IRRESPONSABLE ACTITUD POLICIAL
Juan Ramon Martínez.
Que la policía está podrida, infectada de conductas y comportamientos contradictorios con sus objetivos, todos los sabíamos. Incluso el ex ministro Álvarez que usa esta información para seguir manipulando inocentes, tanto dentro como fuera de la PolicÍa, para sus finalidades políticas y para el logro e sus mezquinos objetivos personales. Lo que no conocíamos era la forma como la institución – y especialmente sus miembros menos alertados de sus obligaciones de respetar la ley – por medio de sus voceros engañaban a la ciudadanía, construyendo hipótesis e inventando criminales. Disimulando el hecho que éstos estaban en casa, gozando a cambio de alguna forma de respeto de la ciudadanía. Y ayudándoles para que se fuguen cuando se les descubre como ha ocurrido.
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Ahora, descubierto los responsables -- y su fuga consiguiente – de la muerte de los dos jóvenes universitarios, las preguntas que se hace la ciudadanía don dos: una, cuántos de los muertos aparecidos en las salidas de Tegucigalpa y S.P.S., son obra de policía que por impericia, falta de respeto a los derechos humanos de las víctimas, han asesinado a jóvenes sin padres influyentes, que en dolor de la pérdida de sus hijos, apenas tienen el consuelo que los mencionen en los medios, una sola vez en la vida, como existentes dentro de la comunidad nacional. Y dos, por qué la alta oficialidad ampara a los delincuentes, permitiendo la fuga de los indiciados que, si fueran inocentes no tendrían porque huir como sabandijas.
Esta vez la Policía tendrá muchas dificultades para recuperarse. No solo ha mostrado impericia e incapacidad, sino que evidente mala fe al proteger a los sospechosos, permitiéndoles la fuga al no detenerlos y controlarlos como correspondía. Las fallas de la Fiscalía no son una excusa para que los altos oficiales de la Policía hayan permitido que cuatro sospechosos se lleven de encuentro el prestigio de la institución. Excepto que sus líderes busquen una confrontación con la ciudadanía. O la destrucción de una sola vez, de la Policía.
Sabemos que hay una pugna muy fuerte en el interior de la Policía; y que, por lo menos tres grupos luchan entre sí, creyendo que cuando uno le hace daño al otro, los efectos quedan reducidos exclusivamente a una infantil pelea que mantienen desde hace algunos años por posiciones y privilegios. Adicionalmente, priva en el ambiente el criterio que entre la Fiscalía y la Policía hay una confrontación que solo favorece a la delincuencia, trasmitiéndole a la opinión pública el sentimiento que aquí la única alternativa que nos queda a los hondureños es huir del territorio nacional, porque los antisociales han jurado volvernos difícil la existencia.
Frente a este problema no caben medias tintas. Hay que proceder a intervenir a la Policía, dándole de baja a la mayoría de los oficiales que crean problemas y obstáculos al Ministro de Seguridad y al Presidente Lobo Sosa. En la República Dominicana, pusieron en la calle a 47 generales de la Policía que igual que aquí, operaban como un tapón que impedía los ascensos y creaban espacios diferenciados en donde cada uno de ellos jugaba a defender sus intereses, llevándose de encuentro los objetivos institucionales y la seguridad de los ciudadanos.
Aquí, hay que revisar los mandos, confiando en manos de los honestos la conducción de la Policía. Los hechos confirman que no se puede poner en odres viejos el nuevo vino. Hay que cambiar también los modelos de vigilancia de cada uno de los miembros de la Policía, por medio de la rehabilitación de la Oficina de Asuntos Internos, que fuera desmontada, desvalijada a e inmovilizada por el ex ministro Álvarez Guerrero. La consiguiente rehabilitación del CONASIN, medio de vigilancia sobre el comportamiento de los líderes de la Policía, es un imperativo en este momento en que no solo la delincuencia nos tiene cercados, sino que la Policía ha sido tomada por irresponsables que, en vez de servirnos, más bien violan la ley; y, de repente incluso pactan con los mismos antisociales, con el fin de esquilmar y engañar a la ciudadanía.
Lo ocurrido no es el fin de la Seguridad Pública. Pero si puede ser el final de una Policía corrupta, de escasa confianza por la falta de profesionalismo de sus cuadros inferiores y por la falta de compromiso profesional de sus mandos.
Fotografía: Some rights reserved by Foxtongue
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