¿QUÉ ES LO QUE SE QUIERE CON LA “ FUSIÓN”?

Juan Ramón Martínez.

La propuesta de unir a la Secretarías de Defensa y Seguridad, como en el cercano pasado, ha producido un verdadero revuelo. Todos, unos más que otros, han sacado sus cuchillos afilados, la oxidadas escopetas y los anticuados mosquetes de sus mocedades, para defender sus posturas. Y proteger sus cotos particulares de caza. Y en el barrullo se ha resaltado un hecho: hasta las declaraciones del sábado recién pasado, ofrecidas por el Presidente Lobo Sosa, no se sabía que es lo que se buscaba con la medida. Aunque todos podemos hacer nuestras propias especulaciones, porque imaginación no nos hace falta en una sociedad en donde “nos conocemos desde muy atrás”, todos nos hacemos los de a peseta, jugando como en la vieja y pegajosa canción, al especular sobre qué es lo que “quiere el negro”. Un amigo, de esos que saben las suyas y las ajenas, me decía frente a mi argumento que era difícil contestar a una cuestión como la planteada en la que no se sabía cuál era el objetivo, el camino era especular, creando escenarios probables y anticipando hipótesis. El problema que esto tiene es que, de esta forma, la discusión se vuelve infinita. Y se corre el riesgo de caer en el bizantinismo, incluso cansando a los lectores con reflexiones fuera de contexto y sin ningún interés. Pero claro, recordé que ese es el estilo al que estamos acostumbrados, porque nos gusta perder el tiempo para evitar aburrirnos, en vista que no hemos encontrado todavía, placer en el trabajo y gusto cuando se desaprovechan las oportunidades y se pierden las horas más valiosas de la vida.

Por ello la primera de la hipótesis es que se trató de un entusiasmo infantil, por imitar a Colombia que tiene, frente a una realidad distinta a la nuestra, un mando conjunto, bajo la dirección de un solo ministro y con operaciones en la base, en las que se mezclan, policías y militares en la lucha en contra del terrorismo y los narcotraficantes. La segunda hipótesis es que lo que se busca es destruir a las Fuerzas Armadas, castigándolas por los hechos del 28 de junio. Al final nos quedaría una Fuerza Policial, muy fortalecida y similar a la de Costa Rica, con la diferencia que aquí se podría crear, para mejorar las cosas, una tercera fuerza o policía de investigación, autónoma e independiente. La tercera hipótesis podía ser más descabellada: que se trata de un nuevo intento de neutralizar el 239 constitucional, facilitar la convocatoria de una Constituyente y ampliar el período presidencial, al eliminar a los militares como factor de poder, pasando el sistema a un modelo Policial, más cercano y más fácil de manipular por los políticos.

No hay que imitar mecánicamente a Colombia. Es otra realidad que puede ser útil en lo referido a las medidas anticipatorias; pero inconveniente en lo que se refiere a la aplicación de soluciones militares, a ritmo de desesperación. El que hayan frenado al crecimiento de la guerrilla y neutralizado a los narcotraficantes, nos está indicando que esas medidas son temporales, en vista que un día de estos el cuadro puede variar. Y la correlación de fuerzas modificarse drásticamente.

Suprimir las Fuerzas Armadas sería un suicidio colectivo y una entrega a los intereses de Nicaragua y El Salvador que, tienen el fin de apropiarse de Honduras. O por lo menos, manejar aquí un régimen político subordinado. El pueblo, rechazará la propuesta en vista que son la segunda institución de mayor confianza, para asegurar su existencia y mantener su seguridad. Que se pretenda castigar a los Jefes militares que cumplieron con su deber, el 28 de junio cumpliendo con sus deberes y sometiéndose a la autoridad civil, no es nada nuevo. Ese no es el camino. Es desmesurado que, para castigar a unos pocos oficiales, haya que destruir una institución. No solo es una tontería de carácter soberana, sino que, además un desperdicio que políticamente no creo que haya nadie con algún sentido común que esté dispuesto a pagar.

Las declaraciones de Lobo Sosa, plantean un punto de vista a partir del cual podemos empezar a discutir. Porque si sabemos qué es lo que quiere con la medida, podemos discutir cerebralmente la cuestión. Sin especulaciones y sin hipótesis descabelladas como hemos indicado líneas atrás. Abandonando las tontas discusiones que solo son buenas para perder el tiempo.

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