¡NO PODEMOS SEGUIR ASÍ!
Juan Ramón Martínez.
[caption id="attachment_350" align="alignright" width="225" caption=""La corrupción empieza aquí". Graffiti en paredes en Washington D.C."][/caption]
El país esta peligrosamente estancado. El crecimiento es mínimo, la distribución del ingreso tiene la inequidad que ofende a más de la mitad de los hondureños; y por consiguiente, se profundiza la brecha entre los ricos y los pobres. Y lo peor, en vez de asumir nuestras responsabilidades nos echamos en brazos de la amargura, fomentamos la lucha interna entre los que tienen algo y los que no han perdido incluso la esperanza de tener algo alguna vez en la vida; o nos inventamos la falsa esperanza que la cooperación internacional y la compasión de la comunidad externa vendrá a hacer por nosotros lo que por indolencia hemos dejado de hacer. Como resultado general, lo que mostramos es incompetencia absoluta en el sector público, miedo y parálisis en la empresa privada – que somos todos los que no estamos empleados del gobierno y especialmente los que creamos puestos de trabajo para nosotros mismos y para otros compatriotas -- inmoralidad e indecencia entre ambas, coludidos para hacer crecer la corrupción.
Esto no puede seguir. Tenemos que hacer algo: cambiar la actitud general de los políticos, gremios y empresarios; escaparnos de la pedigüeñería y la dependencia de Estados Unidos, Canadá, China Taiwan, China Continental y otros que nos hayan hecho guiños disimulados. El sistema educativo tiene que producir un hondureño orgulloso, gallardo y fuerte, competente para entender las cosas y con habilidades para transformarlas en dirección a su bienestar personal y el de sus familias. La política debe operar bajo la dirección de los mejores, cerrándole la puerta a los incompetentes – aunque la Constitución diga lo contrario—a los bobos, a los habla papadas y los astros de la publicidad. La competencia, debe ser la línea entre los que deben servir al país y los que deben salir de las estructuras burocráticas para ganarse la vida con el sudor de su frente. De forma que se mejoren los servicios públicos que, en este momento, nos cuestan igual que a los ciudadanos europeos, pero su calidad es similar a los que reciben en Haití o en los pueblos más pobres del Africa que Casildo quiere que todos veamos como la esperanza que nuestros antepasados vieron en Nueva York o la posibilidad de embarcarse en un buque de la Flota Blanca.
Hay que meter a los ladrones públicos y privados a la cárcel. Oswaldo Canales tiene razón: las cárceles de seguridad deben ser también para los ladrones públicos, para los ex presidentes que nunca han vuelto a trabajar en su vida y para los ministros que ahora residen en las Lomas o en el Hatillo, sin explicarnos de dónde salieron los recursos o los causantes de falsas herencias con los que pretenden engañarnos a todos los ciudadanos. Nada de hacerle chiquitas a los defraudadores del fisco; ni mucho menos celebrarles las picardías a los corruptores y aprovechados de contratos con el gobierno, incluso los amparados en falsos procedimientos legales.
Pero hay que volver eficiente los servicios públicos, para que el sistema privado de producción pueda operar. Este requiere de seguridad. Y fundamentalmente de confianza que no dan los políticos y politicastros que usan los bienes públicos para comprar voluntades, votos y compromisos de los formadores de opinión pública. El capitalismo – que no tiene que avergonzar a nadie – tiene sus reglas y sus mecanismos para ser eficiente y productivo en un clima de seguridades definidas. Lo que hay que hacer es ponerle frenos, para que prive el bien común y el bienestar de las mayorías y no solo sirva para proteger los intereses de una minoría incontrolable en sus afanes por acumular y controlar la riqueza nacional.
Hay que buscar el desarrollo de Honduras desde la iniciativa de los particulares, dejando de creer que el gobierno produce dinero que debe repartir para mantener contenta la clientela con la que se ganan elecciones. Los donativos y los bonos deben ser estímulos para los que producen algo a cambio. Las limosnas crean dependencias vergonsozas. Debemos controlar todo desde el municipio para volverlo eficiente con una planificación ordenada, en donde el gobierno haga lo suyo – vigilado por la ciudadanía –, los empresarios privados y los productores individuales produzcan bienes y servicios que, sumados, hagan a Honduras más fuerte, competitiva e independiente. Y hay que hacerlo ahora mismo. ¡Úrge!
Fotogafía: Some rights reserved by Daquella manera
[caption id="attachment_350" align="alignright" width="225" caption=""La corrupción empieza aquí". Graffiti en paredes en Washington D.C."][/caption]
El país esta peligrosamente estancado. El crecimiento es mínimo, la distribución del ingreso tiene la inequidad que ofende a más de la mitad de los hondureños; y por consiguiente, se profundiza la brecha entre los ricos y los pobres. Y lo peor, en vez de asumir nuestras responsabilidades nos echamos en brazos de la amargura, fomentamos la lucha interna entre los que tienen algo y los que no han perdido incluso la esperanza de tener algo alguna vez en la vida; o nos inventamos la falsa esperanza que la cooperación internacional y la compasión de la comunidad externa vendrá a hacer por nosotros lo que por indolencia hemos dejado de hacer. Como resultado general, lo que mostramos es incompetencia absoluta en el sector público, miedo y parálisis en la empresa privada – que somos todos los que no estamos empleados del gobierno y especialmente los que creamos puestos de trabajo para nosotros mismos y para otros compatriotas -- inmoralidad e indecencia entre ambas, coludidos para hacer crecer la corrupción.
Esto no puede seguir. Tenemos que hacer algo: cambiar la actitud general de los políticos, gremios y empresarios; escaparnos de la pedigüeñería y la dependencia de Estados Unidos, Canadá, China Taiwan, China Continental y otros que nos hayan hecho guiños disimulados. El sistema educativo tiene que producir un hondureño orgulloso, gallardo y fuerte, competente para entender las cosas y con habilidades para transformarlas en dirección a su bienestar personal y el de sus familias. La política debe operar bajo la dirección de los mejores, cerrándole la puerta a los incompetentes – aunque la Constitución diga lo contrario—a los bobos, a los habla papadas y los astros de la publicidad. La competencia, debe ser la línea entre los que deben servir al país y los que deben salir de las estructuras burocráticas para ganarse la vida con el sudor de su frente. De forma que se mejoren los servicios públicos que, en este momento, nos cuestan igual que a los ciudadanos europeos, pero su calidad es similar a los que reciben en Haití o en los pueblos más pobres del Africa que Casildo quiere que todos veamos como la esperanza que nuestros antepasados vieron en Nueva York o la posibilidad de embarcarse en un buque de la Flota Blanca.
Hay que meter a los ladrones públicos y privados a la cárcel. Oswaldo Canales tiene razón: las cárceles de seguridad deben ser también para los ladrones públicos, para los ex presidentes que nunca han vuelto a trabajar en su vida y para los ministros que ahora residen en las Lomas o en el Hatillo, sin explicarnos de dónde salieron los recursos o los causantes de falsas herencias con los que pretenden engañarnos a todos los ciudadanos. Nada de hacerle chiquitas a los defraudadores del fisco; ni mucho menos celebrarles las picardías a los corruptores y aprovechados de contratos con el gobierno, incluso los amparados en falsos procedimientos legales.
Pero hay que volver eficiente los servicios públicos, para que el sistema privado de producción pueda operar. Este requiere de seguridad. Y fundamentalmente de confianza que no dan los políticos y politicastros que usan los bienes públicos para comprar voluntades, votos y compromisos de los formadores de opinión pública. El capitalismo – que no tiene que avergonzar a nadie – tiene sus reglas y sus mecanismos para ser eficiente y productivo en un clima de seguridades definidas. Lo que hay que hacer es ponerle frenos, para que prive el bien común y el bienestar de las mayorías y no solo sirva para proteger los intereses de una minoría incontrolable en sus afanes por acumular y controlar la riqueza nacional.
Hay que buscar el desarrollo de Honduras desde la iniciativa de los particulares, dejando de creer que el gobierno produce dinero que debe repartir para mantener contenta la clientela con la que se ganan elecciones. Los donativos y los bonos deben ser estímulos para los que producen algo a cambio. Las limosnas crean dependencias vergonsozas. Debemos controlar todo desde el municipio para volverlo eficiente con una planificación ordenada, en donde el gobierno haga lo suyo – vigilado por la ciudadanía –, los empresarios privados y los productores individuales produzcan bienes y servicios que, sumados, hagan a Honduras más fuerte, competitiva e independiente. Y hay que hacerlo ahora mismo. ¡Úrge!
Fotogafía: Some rights reserved by Daquella manera
Excelente artìculo, lo felicito porque recaba el sentir y pensar de los hondureños "bien nacidos como usted." No solo existe incompetencia del sector pùblico hay desidia e indiferencia de los funcionarios y empleados... parece que solo estan esperando " la muerte por jubilaciòn " o "esperando sus 4 años de saqueo al erario pùblico" a esto se suma no solo miedo del sector privado sino desconfianza en sus gobernantes.
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