ANTES Y DESPUES DE LA “FUSEP”

Juan Ramón Martínez.

El Presidente Lobo Sosa ha aclarado bastante las cosas referidas al tema de la seguridad. Ha dicho que no se trata de fusión, sino que de coordinación al más alto nivel, de forma que en vez de dos “ministerios” – el de Defensa y Seguridad—tendrá un solo encargado del tema de la seguridad interna y externa. Y que tanto las FFAA como la Policía seguirían operando en forma independiente. El ingrediente, de acuerdo a estas aclaraciones del titular del Ejecutivo es que operarán coordinadas por una sola persona y complementadas por una Policia de Investigación, igualmente independiente. Estas aclaraciones vienen en buen momento. Algunas personas creían que se trataba de dar marcha atrás y volver a los tiempos de la “Chepa” – a si se conocía en forma socarrona y burlesca a la FUSEP – en que todos los hombres armados eran un sola pelota que desde una perspectiva negativa, se mostraban contrarios a la institucionalidad civil que frecuentemente irrespetaban lo mismo que a la ciudadanía, a la que en parte, le irrespetaban igualmente sus preciosos derechos humanos. Con las aclaraciones de Lobo Sosa, se aleja la amenaza de volver a los noventa del siglo pasado en que la Policía, entonces fuerza integrante de las Fuerzas Armadas, había mostrado su más bajo nivel de incompetencia e inmoralidad.

Con las mismas, se confirma que no se trata de debilitar a las Fuerzas Armadas; ni mucho menos de castigar a los oficiales que en las jornadas del 29 de junio del 2009, honraron sus uniformes por medio del cumplimiento de la ley y el respeto a la Constitución de la República. Ni tampoco se busca menospreciar o sacar de lugar en la lucha en contra de la delincuencia a la Policía Nacional Preventiva. Ambas instituciones saldrían fortalecidas, de acuerdo a las aclaraciones del primer mandatario porque se suprimirían las duplicidades, se ahorrarían recursos y se trasmitirían mensajes unificados a la ciudadanía y a los delincuentes. Adicionalmente se crearía una Policía de investigación – una suerte de FBI hondureño – que al actuar en forma independiente, estaría bajo la coordinación del Ministro de Defensa y Seguridad. Hasta aquí, las cosas suenan diferentes. Incluso el concepto inequívoco de Super Ministro de Defensa y Seguridad es más digerible. Pero las aclaraciones no deben llevarnos a la ingenuidad de creer que los problemas de seguridad del país se resolverán con este movimiento táctico del aparato público. Quien piense así, se equivoca en lo plano porque el éxito de cualquier política en contra de la delincuencia, tiene como condición básica la actividad de la sociedad civil y la subordinación del gobierno, central y municipal a sus deseos y aspiraciones.

Y aquí el gobierno no puede hacer mucho. Especialmente en estos tiempos en que el Ministerio del Interior, igual que ocurre con los impotentes sexuales elevados a gobernadores políticos, no sabe cual son sus funciones; ni mucho menos sus tareas referidas especialmente a la articulación de una alianza subordinada, que tiene como finalidad última, el fortalecimiento de la capacidad de la sociedad civil y la actividad de la ciudadanía en el campo de las decisiones política generales. Sin esta aproximación básica, que nos dé una ciudadanía que vigila y controla democráticamente el aparato coordinado destinado a combatir la delincuencia, podemos encontrarnos con la sorpresa que en vez de resolver el problema, lo que concluyamos teniendo es un estado policial que, en la búsqueda de objetivos publicitarios, será capaz de someternos a las ciudadanos a la pérdida de nuestras básicas libertades. Normalmente, así empiezan las dictaduras. Al final, lo que dan es seguridad; pero a cambio del fin de la libertad ciudadana.

Debe quedar claro que no debemos pasar por alto que la delincuencia tiene formas organizadas y liderazgos definidos; y que en consecuencia, también tiene capacidad de respuesta a las políticas y acciones gubernamentales. A cada acción mecánica que plantee el gobierno y la sociedad civil, la delincuencia responderá. Se trata de una lucha sin cuartel en lo que no es cuestión de maquillaje o de relaciones públicas. Ni mucho menos de percepciones. Se trata de una destrucción real del aparato de seguridad para construir la superioridad del gobierno, sustituido por los delincuentes. Es su libertad y la pérdida de la nuestra.

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