¿SE SALVÓ DE CHÁVEZ… Y DE LOS HONDUREÑOS, CUÁNDO?
Juan Ramón Martínez.
[caption id="attachment_406" align="alignright" width="139" caption="Hugo Chávez, Presidente de Venezuela y Twitter contribuidor "chavezcandanga" tiene 200 especialistas en medios parroteando su voz en medios sociales"][/caption]
De repente el peor peligro de Honduras no está fuera de sus fronteras. Sino que convive con nosotros, indolente e indiferente frente a los problemas nacionales. Que no tiene capacidad de reaccionar frente a lo negativo; y que más bien, está como rata, al asecho, en la espera de unas migajas con las cuales calmar sus ansiedades y desventuras. O que, cree que ha llegado la hora de destruir lo que inevitablemente se vendrá abajo, para llevarse en la huida algo con que satisfacer sus mezquinas ambiciones. Es decir que el enemigo, el mayor peligro no son los apetitos y preocupaciones salvadoreñas o nicaragüenses que, en una visión optimista, esperan que algún día, incapaces para ponernos de acuerdo y con la cara ensangrentada y solo llenos de lágrimas, nos acercaremos a ellos pidiéndoles a sus élites gobernantes que vengan a resolver nuestros problemas. Entregándoles a cambio los más preciado que tenemos: la vergüenza y la dignidad, a cambio de seguridad y protección. El peligro son los hondureños.
Una país es, fundamentalmente, la suma de la voluntad de sus ciudadanos para mantenerse unidos bajo su nombre y sus banderas. Y su capacidad para manejar sus diferencias, sin poner en peligro su autonomía y su libertad. Cuando los gobernantes o las élites que los quieren sustituir en el mando, recurren a fuerzas externas para lograr sus propósitos, la consciencia nacional se divide, se rompe el compromiso social; y se debilitan las fuerzas que mantienen unidos a los disgregantes intereses que dinámicamente conforman la estructura básica de una nación. En 1894, el triunfo de la revolución liberal de Policarpo Bonilla, también significó el aumento de la subordinación de Honduras con respecto a Nicaragua que había financiado el apoyo a los liberales, mismo que les había permitido derrotar y derribar el gobierno de Domingo Vásquez. Ésto es tan cierto que la caída de Manuel Bonilla en 1907, fue el fruto de la abierta intervención de los gobiernos de Nicaragua y El Salvador que pusieron a guerrear y enviar tropas al territorio nacional, en la guerra fratricida, de carácter internacional más dolorosa de toda la historia nacional hondureña.
Pero con todo y el interés de los extranjeros por dominar a Honduras, repetimos, lo más notorio, por lo menos durante todo el siglo XIX y parte del XX, ha sido la petición de ayuda externa para que vía la intervención extranjera, los grupos en pugna resolvieran sus diferencias. Nacionalistas y liberales, diferenciados como tales a partir de 1919, buscaron en el exterior, apoyo económico y respaldo de tropas y armas para derribar a los gobiernos legítimos. Lo hicieron Juan López, Ponciano Leiva, Policarpo Bonilla, Manuel Bonilla, Miguel R. Dávila, Tiburcio Carías Andino, José Angel Zúñiga Huete, Armando Velásquez Cerrato y Manuel Zelaya Rosales. Liberales y nacionalistas, amparados tan solo en la búsqueda de sus objetivos personales, sus egoísmos desbordados y sus apegos desmesurados por el gozo y ejercicio del poder.
Igual que ocurriera en Nicaragua, cuando una facción en disputa buscó el apoyo de William Walker para derrotar a la otra facción, para de este modo desalojarla del poder, los hondureños en los últimos años han buscado la cooperación y la ayuda económica de Cuba, de Nicaragua, de la Unión Soviética; y por supuesto de Venezuela que es la potencia petrolera interesada en el ejercicio de una dominación disfrazada de campaña anti imperialista, cuyo fin en el fondo es la creación de un imperio sudamericano, ante el cual todos terminaremos celebrando, arrodillados y llorosos. De allí que, aunque fuerzas externas nos han pretendido dominar, las élites, poco comprometidas con el honor de Honduras han abierta las puertas de la dependencia del exterior, renunciando a la dignidad del trabajo y a la maravilla de la libertad. Zelaya Rosales, quiso jugar a las dos bandas: los gringos y venezolanos. Y perdió. Otros seguirán soñando en el apoyo externo para llegar al poder. Confirmando que el enemigo está, aquí adentro.
Fotografía: Some rights reserved by DonkeyHotey
Comentarios
Publicar un comentario