LOBO SOSA, HACIA UNA NUEVA FASE
Juan Ramón Martínez.
El Presidente Lobo Sosa ha cumplido, casi indemne la primera fase de su plan de gobierno. Ofreció unificar al país – o por lo menos ponerle fin a la confrontación mecánica que estimulara Zelaya y que provocara el 29 de junio del 2009 --, reinsertar a Honduras en la comunidad internacional excluida por un supuesto golpe de estado en contra de la institucionalidad nacional; e iniciar un proceso de planificación con el cual eficientar la calidad de los servicios públicos, animar la iniciativa de los particulares en la producción de bienes y servicios y ordenar la participación ciudadana, a fin que pase de la extensión de la mano, hacia la activa vigilancia y control sobre el aparato estatal central y municipal. En lo referido a los puntos uno y dos, los resultados han sido buenos. Estamos en la OEA y fuera de Ecuador, nos reconoce toda el mundo, incluidas Venezuela y Cuba.
Aunque la tarea no fue fácil, las circunstancias apuntaban hacia su logro. La comunidad internacional no ganaba gran cosa excluyéndonos y castigándonos, en vista que la ejemplaridad pierde efectividad como le ha ocurrido a los Estados Unidos con el bloqueo en contra de Cuba. Por ello se facilitaron las cosas, contribuyendo mucho la actitud francamente amigable de Lobo Sosa y su sensibilidad en el tema de los derechos humanos. Ahora las cosas son un poco más complicadas porque depende más de nosotros mismos que de la voluntad y conveniencia de los de afuera. Y aunque los hondureños somos especialmente adictos a la dependencia de Estados Unidos, Venezuela, Canadá, España o de cualquier país con alguna bolsa llena de dólares o de euros, en esta fase tenemos que depender mucho mas de nosotros mismos que en el reciente pasado. Especialmente porque la comunidad se ha cansado de nosotros, de nuestros sollozos y lamentos, de las promesas incumplidas y de las posturas de gallo apaleado cuando no conseguimos lo que queremos. Y porque en realidad, la cooperación internacional, fuera de algunas excepciones, es más ruidos que nueces. Algunos estudios dicen que por ejemplo, de la cooperación que nos brinda Estados Unidos, el 87% vuelve a sus manos automáticamente y nosotros, solo recibimos 13 centavos por cada dólar que dicen que nos dan, incluyendo la ayuda militar y la cooperación para enfrentar al narcotráfico.
Además, deberá romper los lazos de dependencia que los políticos, interesados en ganar las elecciones para seguir en el eterno jolgorio, han enseñado al pueblo con respecto al gobierno. Este no tiene recursos porque lo han saqueado y lo han debilitado llenándolo de activistas, queridas y amigos que han inflado el presupuesto de forma que la mayoría del dinero que recibe en forma de impuestos y tasas, lo consume en salarios, quedando solo migajas para la inversión.
Tendrá que enfrentar la falta de calidad de los servicios que se le ofrecen al pueblo. Estos son malos, ineficientes, inoportunos e incluso irresponsables. El sistema educativo es deficiente, costoso y sin resultados. Los profesores están engañando a los más pobres, dándoles una educación sin sentido y sin utilidad para su futuro. En los hospitales los médicos no ofrecen calidad en sus especialidades, sino en casos obvios y visiblemente exigibles. Los puentes se caen, los registros de propiedad no funcionan bien y las leyes que se emiten no propenden al desarrollo de la libertad, seguridad e iniciativa de los particulares.
Pero lo más complejo, es que tendrá que animar a la ciudadanía para que use las nuevas herramientas de planificación, en las que el peso de los resultados serán aportados por el municipio y las regiones que tendrán la obligación en el cercano plazo de ser eficientes, capaces y competitivas de acuerdo con los recursos disponibles. Hacer que renuncien a la pedigüeñería y la indolencia no será fácil.
Si tiene éxito – e inicia un sistema continuo que permita resultados en el largo plazo – Lobo será uno de las mejores presidentes. La unidad lograda tendrá sentido. A partir de la misma, solo disputaremos sobre los caminos para elevar la competencia y la competitividad de Honduras en su capacidad para darle un mejor nivel de vida a su pueblo y fuerza y capacidad para participar en el comercio mundial.
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