CHINA, IRÁN Y LOS ESTADOS UNIDOS

Juan Ramón Martínez.


La visita del Presidente de Irán a Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Cuba, ha disparado las alarmas en los Estados Unidos. Sienten que la presencia de un adversario, cómo es el titular de la Presidencia de Irán, constituye una amenaza a sus intereses, porque América Latina ha sido, cómo nos dicen despectivamente algunos analistas, el “patio trasero” de los Estados Unidos. 


La actitud de los Estados Unidos es “normal”. Los estados tienen intereses y contradicciones que se dirimen en la esfera de la política exterior que, es un escudo con el cual se defienden los suyos y se dirigen las acciones hacia terceros países, en el plan de protegerlos y defenderlos. Por supuesto, los estados en la medida en que son más independientes tienen políticas exteriores más definidas, más fuertes y más exitosas. Por el contrario, los países más dependientes, que confunden la política exterior con el simple chantaje, los mohines y los melindres, tienen dificultades para asumir una política exterior definida. Y se mueven en el escenario internacional en la cresta de las peleas de los estados independientes y dominantes. Durante la guerra frita, países de occidente y el oriente del mundo, fueron verdaderos peones en la lucha que durante muchos años, libraron los Estados Unidos y la Unión Soviética. En algunos casos, jugando al oportunismo, varios cambiaron de bando. Checoslovaquia en el intento, se gano una invasión soviética con todas las de la “ley”; y Cuba perdió su libertad, en la medida en que para defenderse de los Estados Unidos, terminó en brazos de la Unión Soviética. 


Lo anterior no es una cuestión única o singular, sino que es el destino de los países pequeños, sin fuerzas económicas y políticas internas coherentes y organizadas y faltos de prestigio e imagen e internacional. 


Ahora en el caso que el Presidente de Irán llega a América Latina, a disputarle prestigio e influencia a estados Unidos en una región que los estrategas gringos han menospreciado por lo menos en los últimos años, se disparan las alarmas en el Potomac y se reclama por la peligrosa intromisión de los iraníes. No hay duda que éstos buscan afectar intereses de seguridad de los de USA en una región que se considera suya y por ello de escaso interés. Y que los países que han establecido acuerdos económicos y militares con Irán, lo hacen con el propósito de mostrar su desagrado con la política de Washington. Otros se mueven dentro de un discreto chantaje en procura de atención y apoyo de los Estados Unidos. Esto no es nuevo. Siempre ha sido así. En el caso de la lucha de Bolívar contra España, estuvo presente la mano del imperio británico que tenía intereses de desplazar a Madrid como eje de la política exterior del continente. 


Cuando los grandes pelean, los pequeños deben apartarse. De forma que lo que sugerimos es prudencia y distanciamiento. Querer jugar descalzo a las grandes ligas, lleva al ridículo, al deshonor y a la desvergüenza. Estados Unidos frenará a Irán y a China, llevándose de encuentro a los países satélites que quieran jugar a su lado. Y en esta pelea, en que EEUU no tiene limitaciones, usará los medios que sean para frenar a Irán y a China, de una posible influencia en el continente. Irán, más impetuosa y con finalidades militares más que económicas, busca la confrontación con los Estados Unidos. China, silenciosa y sin ánimo de provocar, quiere asegurar su futuro manteniendo control sobre las materias primas de América Latina, cosa en la cual ha tenido singulares avances. 


Hay que reconocer que tenemos muy poca libertad para decidir. Discrepar con Estados Unidos es un suicidio. Al margen del disgusto que sintamos por la forma como nos han tratado, no tenemos capacidad siquiera para el chantaje. De forma que debemos mantenernos firmes, a lado suyo. Volviendo a ver para otro lado, de forma que nuestros gobernantes ni siquiera estrechen la diestra de los que ahora son los enemigos de más preocupación de los Estados Unidos. Este es el precio de la debilidad, de la dependencia y de la falta de una política exterior de largo plazo. En la que podamos hacer lo que nos parezca mejor. O que nos de la gana de llevar a la práctica. Naciones dependientes hasta financiar su presupuesto anual no tienen la libertad siquiera para escoger a sus amigos.

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