NO IGNORO LOS PROBLEMAS

Juan Ramón Martínez.

No paso por alto las enormes dificultades que enfrentamos. Lo que me resisto es que desde afuera nos lean la cartilla, nos digan qué tenemos que hacer y nos vengan a hacer las tareas, corrigiéndonos en alta voz, los errores cometidos. Es una cuestión de honor que, nuestra generación, desarrollo alrededor de maestros que posiblemente obligados por las circunstancias, urgían introducir en nuestras mentes una elevada dosis de orgullo nacional, un fuerte énfasis en nuestras responsabilidades y una clara confianza que podríamos, igual que lo habían hecho otros, construir un país con nuestras propias manos. 


En los últimos doce años, se ha deteriorado la confianza del hondureño en sí mismo, aumentado la creencia que la solución de los problemas nacionales se consigue en Miami. Y que los recursos para nuestro desarrollo, debemos mendigarlo en la comunidad internacional. Igual que la población más pobre del país, que ha descubierto los beneficios de la pobreza, Honduras como sociedad y como gobierno han desarrollado la idea que el camino idóneo es el del lamento, la exageración de la impotencia y la celebración de los problemas – llegando incluso a vitorear la exageración en los hechos y en las cifras – como una metodología destinada a estremecer los duros corazones de quienes tienen las llaves de la comunidad financiera internacional. El gobierno de Carlos Roberto Reina, apoyado por su ministro de Economía, alteraron las cifras para que Honduras pudiera formar parte del club más penoso al que hemos ingresado: al de los países pobres, altamente endeudados. Por ello, sin vergüenza alguna, logramos la condonación de la deuda, no para enfrentar de una sola vez los ataques de la pobreza, sino que para derrochar los fondos, engullidos por una burocracia siempre hambrienta del dinero público. Ahora, endeudados otra vez, nos resistimos a aceptar que los problemas son nuestros; y que, en consecuencia, debemos asumir con responsabilidades las tareas para resolverlos. Por ello es que no corremos a celebrar, como hacen otros, que los problemas que se niegan a ver con los ojos nacionales, sean los extranjeros los que pongan en escena, con las exageraciones que requieren las noticias, aquí y en China, para ser tales. Y ocupar la cabecera de los diarios. 


La delincuencia es fruto de unos hondureños que han irrespetado los principios del mandamiento bíblico no matarás. Los robos, son el resultado de los que quieren vivir bien, aprovechándose de los esfuerzos de los demás. Y los deshonestos que usan el gobierno para enriquecerse, lo hacen convencidos que nadie los meterá a la cárcel; y que incluso, les celebraran sus vestiduras, sus bellezas y sus prestigios de ladrones impecables e invencibles. Y el narcotráfico, es el resultado de la coincidencia entre extranjeros y hondureños que han descubierto un camino adecuado para llevar drogas a los Estados Unidos, porque aquí hay un sistema político corrupto y un gobierno rengueante, que dando la espalda, permiten el tránsito casi sin problemas de toda la droga que reclaman el mercado más generoso y hambriendo que hay sobre la tierra: el de EEUU. 


Todas estas coas las tengo claras. Lo que no acepto es la metodología perversa de las élites “nacionales”, coludidas con algunas extranjeras, que inflan cifras, usan a los periódicos, los radios y las televisoras para aterrorizar a la población en general, trasmitiendo la impresión que si no vienen los gringos a salvarnos, con sus avioncitos y sus helicópteros verdes, aquí nos llevará el diablo a todos. Porque estoy convencido que debilitar a un país, por medio del convencimiento a su población que para seguir existiendo, solo tiene que bajar la cabeza, incrementar los lamentos y pedirle a Estados Unidos que venga a salvarnos de la fuerza del mal. A cambio, les entregamos todo lo que nos pidan, incluso nuestra alma y por supuesto, la progenitura que Dios nos ha dado volviéndonos soberanos. 


Este país, nuestro país – posiblemente muy poco querido por la “élite” de Miami, que tanto disgustó a unos ex ministros de Maduro y especialmente a la esposa de uno de ellos que me insultó cómo nunca lo han hecho en todo mi vida -- es nuestro en la medida en que nos lo echamos a tuto, enfrentamos los retos, resolvemos los problemas internos y nos arremangamos para trabajar con fuerza y decisión.

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