LA DERECHA, ARROGANTE
Juan Ramón Martínez.
La derecha hondureña conservadora e incoherente, es la responsable – desde hace varios años-- de la dirección política del país. Se expresa electoralmente en los dos partidos mayores: el Partido Liberal y el Partido Nacional. Cómo se puede concluir, después de estudiar los resultados electorales de los últimos treinta años, la derecha es volátil; pero no se ha extralimitado de las fronteras de los partidos tradicionales. En las últimas elecciones, vistas las debilidades del Partido Liberal y las falencias de su candidato presidencial – inexperto, remolón y poco agresivo – se inclinó a favor de Lobo Sosa al que se veía con mayor colmillo, fuerza espiritual y enjundia para el ejercicio de la conducción del gobierno. De acuerdo con los resultados, la derecha hondureña no se equivocó en su movimiento pendular.
Ahora, después de la arremetida en su contra ejecutada por Zelaya, que contaba con el respaldo de una fracción de la derecha “socialista”, el apoyo ambicioso de la izquierda famélica que nunca – solo en el caso en que se ha comprometido en la lucha armada – ha tenido interés en la conquista del poder y la reacción de un gran sector de los desesperados menospreciados por el gobierno y la falta de sensibilidad de los empresarios, la derecha se plantea inevitablemente su futuro.
Como la derecha es inorgánica, la parte más triunfalista se ha endurecido en los últimos dos años. No quiere cambio alguno y acepta que el único camino es dejar que liberales y nacionalistas – a los que reconoce como hábiles y capaces de dominar a la gente pobre del país – sigan en la fiesta electoral. Apuestan que nada pasará en el futuro, en vista que la población está de acuerdo que aquí no se puede hacer absolutamente nada para cambiar a favor del mejoramiento de las condiciones de vida de los más pobres. La derecha más intuitiva ha tomado conciencia, casi de pasada, que como grupo se ha desbordado por primera vez, fuera del ámbito del Partido Liberal y el Partido Nacional. La emergencia de dos “outsiders”: Salvador Nasralla y Romeo Vázquez Velásquez y el respaldo que según las encuestas les dan los electores, les hace anticipar que la derecha puede llegar a perder el control del país, no tanto por el envite cada día más débil de Zelaya y sus partidarios, sino que por la arrogancia y típico individualismo anárquico que siempre ha caracterizado a la derecha hondureña. La derecha hondureña, especialmente por la capacidad del sistema para contragolpear a Zelaya en la forma concluyente con que lo hiciera, sigue creyéndose invulnerable. No les preocupa por ejemplo que, como resultado, en las próximas elecciones tengamos un Ejecutivo minoritario y un Congreso Nacional fragmentado por lo menos en diez grupos, enfrentados los unos a los otros. Haciendo de la cámara legislativa, más que un ejercicio de discusión, un pleito de grillos y de palomas asustadas.
Una minoría de la derecha está preocupada por el desplome del Partido Nacional y el Partido Liberal. Especialmente cuando la perdida de unidad del PN es un asunto evidente e irreversible. La ansiedad de JOH, la infantil obstinación de Álvarez y la indiferente actividad de Pastor Mejía, muestran a un PN que Lobo Sosa difícilmente podrá controlar. Los presidentes en ejercicio no son buenos para estas tareas en donde tienen que pensar más en el futuro que en la defensa de sus mezquinos y declinantes intereses.
Por su parte, lo que más les preocupa es la fragmentación irracional en el PL. Allí ningún candidato levanta vuelo, los liberales están decaídos y la falta de un caudillo esperanzador, afecta la movilización de los liberales hacia las urnas. Mauricio Villeda ofrece más tranquilidad y paz. Rosenthal recuerda un poco el populismo de Zelaya, pero es compensado por la paternidad inevitable de un hombre que desde la derecha, represento el sector más innovador de la misma.
En fin, la derecha puede llevarse una sorpresa en las próximas elecciones. No tanto por un resultado extraordinario de Zelaya – cuya estrella pierde luz y declina evidentemente – sino que por la fragmentación operativa de sus fuerzas tradicionales. Lo que hará difícil el ejercicio del gobierno y el manejo de los inevitables pactos que se requerirán para la gobernabilidad. Cuando ello ocurra, no habrá marcha atrás. Creemos que la ruta hacia el desastre está bien marcada. Lo que no hay, en la derecha, es voluntad de evitar la caída y el error.
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