SOBRE EL CUERPO DE PAZ

Juan Ramón Martínez.


La primera voluntaria del Cuerpo de Paz que conocí, me dio lecciones de Inglés en la Escuela Superior del Profesorado en donde cursaba estudios en Ciencias Sociales. No era, a mi ver, muy simpática. Estuve a punto ser aplazado porque mi dedicación al inglés, dejaba mucho que desear. Desde entonces, estaba más interesado en la sociología, la historia, la economía y la antropología que en otras cosas como los idiomas, el arte y los deportes. Ella no tenía carácter de profesora. Y enseñaba el idioma con una dureza para la cual no estaba preparado. Sobreviví gracias a esfuerzos extraordinarios y al apoyo fraterno de varias compañeras. 


Eso si, era una mujer guapa, muy joven para entonces y muy dinámica. Cuando nos dijeron que era del Cuerpo de Paz, no nos emocionó mucho, sino que el saber que la organización había sido creada por el fallecido John F. Kennedy. Simultáneamente, varios centenares de sus compañeros y compañeras ofrecían su cooperación, le daban renovada legitimidad al liderazgo local de las comunidades rurales del país; y juntos – gobierno, comunidad y Cuerpo de Paz – hacían obras físicas, creaban cooperativas y construían escuelas y colegios. Cómo lo dije en otra oportunidad: cualquiera cosa podría faltar en el esfuerzo de la comunidad para encaminarse por la ruta del desarrollo; pero nunca el voluntario del Cuerpo de Paz que era como el Espíritu Santo: estaba en todo lugar y para hacer el bien. 


En Langue conocí a dos voluntarios con los cuales me tocó trabajar codo a codo. Uno fue Nick Anderson, que reside en Washington y el otro James (Santiago) Freeman del cual he perdido la dirección. Con el primero construimos, animando a la comunidad langueña y buscando alguna cooperación gubernamental muy discreta, el edificio del Instituto John F. Kennedy. Jacobo Santos, Antonio López, Humberto Rosado, Arístides Padilla, Antonio Yanes, Yeco Velásquez, Carlos Laínez, Óscar Nolasco Herrera, fueron entre muchos más, miembros de un equipo que se fortalecía con la presencia de un voluntario del Cuerpo de Paz que solo un tiempo después, cuando ya habíamos finalizado, supimos que nunca antes en su vida, había levantado ni siquiera una pared en el traspatio de su casa familiar. 


Pero su sola presencia, daba confianza y seguridad que no siempre acompaña a los hondureños cuando se reúnen en grupo y se preparan para la acción conjunta.


Las mujeres voluntarias, contrario a los varones que eran muy apetecidos por las mujeres de la comunidad, tenían que correr algunos riesgos en forma de hostigamiento, especialmente de las autoridades. Una voluntaria del Cuerpo de Paz establecida en un municipio de la Paz, le llamó la atención al Presidente Suazo Córdova que, desde entonces la sometió un acoso tal que las autoridades gringas tuvieron que sacarla del país. Aquí el goloso a inútil gobernante, tuvo que consolarse con alguna de las burócratas de su entorno, quedándose con las ganas de enlistar a la bella extranjera que ahora, debe ser una matrona, gorda y llena de hijos, residente en alguna ignorada ciudad de los Estados Unidos. 


Pero hubo otros incidentes. En Piedra Pintada, Comayagua, Mikey Conroy, se enfrentó a un campesino bolo que, con un machete al aire y las expresiones de un machismo ordinario y vulgar, amenazaba su existencia. Conroy lo tomó del brazo, se lo fracturó en forma completa; y lo desarmó, para admiración de todos. 


Sin embargo se les guardaba inmenso respeto a los voluntarios del Cuerpo de Paz. Se vivían otros tiempos. El control de la sociedad y del gobierno sobre el comportamiento de las personas era completo. Ahora las cosas son diferentes. Nadie está seguro en casi ninguna parte. Y los actos criminales empiezan a tener el carácter de colectivos e indiferenciados, por lo que la vida de los extranjeros especialmente, está fuertemente amenazada. Hace un tiempo solos algunos garífunas violaban a las nórdicas europeas en las cercanías de Tela. Ahora es la vida de todos, incluidos por supuesto los extranjeros que quieren a Honduras, a los hondureños y a las cosas bellas de esta república abandonada, los que están amenazados. Por ello, la salida de los Cuerpos de Paz, debe avergonzarnos a todos. Como el gobierno no reacciona nunca, lo deberían hacer las comunidades que recibieron el entusiasmo y el idealismo de los voluntarios estadounidenses.

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