PERIODISMO Y NEGATIVIDADES

Juan Ramón Martínez.


El Presidente Lobo ha tocado nervio. El problema del periodismo, que existe y que muchos conocemos, no puede resolverse con medidas jurídicas restrictivas; ni mucho menos con acciones gubernativas que, por razones de principios, todos rechazamos. Es preferible una sociedad con un periodismo excesivo y descontrolado, que un gobierno represivo que resuelva problemas que somos los ciudadanos los llamados a resolver, en la medida en que diferenciamos y preferimos consumir los resultados del buen periodismo. Y que rechazamos los compatriotas y algunos extranjeros, dedicados al cultivo del escándalo, la promoción del desprestigio del país y el uso de los medios para proteger intereses particulares, legales o ilegales destinados a lograr beneficios negativos contra Honduras y en contra de los hondureños. 


En dirección a valorar el buen periodismo, rechazando a los delincuentes que lo ejercen en una acción vengativa en contra de Honduras, debemos ejercer nuestro derecho a escoger. No hay obligación de leer, ver o escuchar a quienes les hacen daño a Honduras. No por decir la verdad, sino que usarla para causarle daño al país en forma tal que termine por paralizar la acción ciudadana. De forma que la calidad no sea fruto de la acción individual de los periodistas, sino que resultado de las preferencias de los lectores, televidentes y oyentes. Los malos periodistas solo se dan en los espacios en donde hay malos consumidores de informaciones malvadas. Los que rechazan las cosas negativas, los escándalos y la pornografía delincuencial, obligan a los periodistas a dar lo mejor de sí, porque saben que si hacen lo contrario, son rechazados por los consumidores potenciales. Porque no es cierto que son los periodistas los que modelan los gustos de los consumidores, sino que son éstos, los que hacen crecer a los buenos y a los malos periodistas. 


Porque, como enseñaba Kapuscinski, hay buenos y malos. Detrás de unos o de los otros, lo que hay son buenas y malas personas. Aquí, como en otros países tenemos verdaderos delincuentes haciendo de orientadores de la opinión pública, representantes de sectores malvados, ligados con el crimen organizado y la enfermiza perversión en contra de la paz de Honduras. Son personas malvadas, dañadas emocionalmente y con una escala de valores en donde priva lo más negativo y enfermizo de la conducta humana. Pero igualmente, existen buenas personas haciendo periodismo, comprometidas con el desarrollo de la conciencia crítica de la población hondureña, que trabajan por el crecimiento de los compromisos cívicos y son eternos vigilantes de la acción gubernamental. Desde mi punto de vista, aunque éstos no son los más ruidosos, representan la mayoría y en consecuencia, confirman la calidad global del periodismo hondureño. 


Ocurre eso sí, que los problemas de la sociedad, se reflejan en la práctica periodística. La búsqueda de objetivos personales, pasando por encima de los objetivos nacionales, se ven también en el ejercicio periodístico. Así como en el resto de la sociedad hay grupos delincuenciales, también en el periodismo hay pandillas que denigran al país, que deshonran la función informativa; y que destruyen el honor de sus compatriotas. Y, hay que decirlo porque es peligroso que nos engañamos, en algunos momentos es el gobierno – que ahora se escandaliza por una visión especial del actual gobernante – el que dirige estas pandillas, que las financia e incluso las orienta en contra de sus adversarios, críticos o enemigos. Esto no es nuevo. Hace 30 años el gobernante de turno regaló emisoras públicas para que los beneficiarios le hicieran campaña a sus planes reeleccionistas. Y ahora se puede entender cómo se usan los anuncios públicos, para castigar a los críticos y para apoyar a los amigos, los cuales no están emparentados con la moral y el compromiso con una mejor Honduras. 


No creemos que el camino del Presidente Lobo sea el adecuado. El gobierno es parte del problema. En consecuencia, es difícil que se convierta en solución adecuada, excepto que se arrepienta y se transforme, confesando públicamente sus pecados. Cosa que no hará. Son los periodistas mismos los que tienen que rectificar, teniendo en cuenta que al final son los consumidores de las noticias quienes determinan su papel y su función.

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